La creación: otra mirada
El geólogo y escritor Gregg Braden es el autor de "humanos por diseño" obra de la que tomamos el texto de este artículo.
– Una inteligencia avanzada y un acto intencionado son los responsables de nuestro origen.
– El uso de términos como «ellos» o «ángeles» (en las lenguas antiguas que hablaban los autores de esos textos) al exponer la creación humana apunta a la intervención de una inteligencia grupal.
– Descripciones en las que se explica que somos producto del polvo/el barro/la tierra de nuestro planeta fundido con una esencia que no es de este mundo.
– En las tres tradiciones abrahámicas –judaísmo, cristianismo e islam– se utiliza el polvo o el barro de la tierra para crear el primer cuerpo de un ser humano.
– Una vez formado el primer cuerpo humano, por ejemplo, se le «insufla» vida por la nariz, y la sangre de una inteligencia superior se mezcla con el cuerpo de la primera persona.
Las tradiciones antiguas explican con todo lujo de detalles la naturaleza íntima de nuestra creación y cómo, al igual que a nuestros ancestros, se nos ha insuflado lo que se describe como una chispa especial de una esencia misteriosa, que nos une eternamente a unos con otros y con algo que no podemos ver pero que existe más allá de nuestro mundo físico. Estos detalles se han eliminado en gran medida de las versiones actuales de la Biblia cristiana, pero la antigua literatura hebrea, como el Hagadá y ciertos pergaminos «perdidos», demuestran que ese grado de detalle era intencionado en los textos originales. Esa chispa mística, que hasta hoy la ciencia no ha sido capaz de medir, es la que nos diferencia de todas las otras formas de vida de la Tierra.
LA CREACIÓN EN EL JUDAÍSMO Y EL ISLAM
Los temas recurrentes de las antiguas historias de la creación son descripciones del origen del ser humano como obra de seres más avanzados y de otros mundos. Las tradiciones orales de la Midrash y la antigua Cábala hebreas, por ejemplo, hablan de que el creador hace esta petición a sus ángeles: «Traedme polvo de las cuatro esquinas de la Tierra, y con él crearé al hombre». En términos parecidos, en el Corán se dice que Dios creó a la humanidad con elementos naturales: «Te hemos creado del polvo». Sin embargo, en otro pasaje del Corán, el nacimiento del hombre se atribuye a la acción de Dios con el agua: «Él (Dios) ha creado al hombre del agua». Estas dos últimas descripciones pueden parecer contradictorias, pero la lectura atenta de los versículos aclara el misterio. En la primera descripción, la historia del origen de Adán en el polvo forma parte de una secuencia más larga en la que se explican los sucesos que condujeron a los primeros seres vivos. Los versículos revelan que después del origen de Adán a partir de la tierra hubo un proceso de creación progresiva de más modos de vida a medida que el primer humano comenzaba a tomar forma. En la explicación se dice que después de ser creado a partir de la tierra, el ser humano fue constituido a partir de estos elementos: «Un pequeño germen de vida, después un coágulo de sangre, después un trozo de carne, completos e incompletos, y así te lo decimos para que lo entiendas». De este modo, el Corán enriquece las descripciones tradicionales de la creación de Adán aportando detalles sobre cómo el «polvo» se convierte en carne.
LA EXTRAÑA MUTACIÓN QUE NOS HIZO HUMANOS
El pensamiento pasado sobre nuestro origen ha sido disyuntivo. Si nuestra historia no es la de la evolución, la alternativa a la que automáticamente se ha recurrido es la de los creacionistas, quienes afirman que nuestro origen es divino, parecido al que cuenta la historia bíblica. Con este tipo de pensamiento, todo el bagaje de la doctrina religiosa del creacionismo, por una parte, y todo el bagaje de los fanáticos de la ciencia que se aferran a la teoría de la evolución, por otra, prácticamente han imposibilitado pensar en una tercera posibilidad. No obstante, los estudios sobre el ADN revelan que tal posibilidad existe.
El hecho científico de la mutación que dio origen al gen FOXP2 e hizo posible el lenguaje complejo y la fusión del ADN, y de la que nació el cromosoma 2 humano y permitió las avanzadas funciones cerebrales que lleva asociadas, además de las pruebas que indican que tales mutaciones no se pueden atribuir solo a la evolución, nos invita a pensar en algo que está más allá del creacionismo y la evolución con el fin de determinar el origen de nuestra especie. Para los fines de esta exposición, y respetando el hecho de que esas mutaciones se produjeron, sin dejar de reconocer que algo más que la evolución contribuyó a ellas, vamos a llamar a nuestra tercera posibilidad «mutación dirigida».
UN NUEVO PARADIGMA DE LA EXISTENCIA
La expresión lo dice todo. Algún tipo de fuerza que hasta hoy la ciencia no ha podido explicar es responsable de la precisión, los tiempos y la perfección de las mutaciones que nos hacen ser lo que somos. Esta fuerza desconocida dirigió las mutaciones que la ciencia ha demostrado que se produjeron. La expresión «mutación dirigida» describe con exactitud la realidad a la que se refiere, pero también plantea la evidente pregunta de quién, o qué, dirigió esa mutación.
La mera contemplación de la posibilidad de una mutación dirigida nos lleva, como es evidente, a un terreno reservado históricamente a las explicaciones religiosas de nuestra existencia o, más recientemente, a explicaciones extraterrestres ajenas al ámbito de la ciencia al menos de la ciencia tal como hoy la conocemos. La ciencia se basa en la comprensión de la naturaleza y de las muchas manifestaciones del mundo natural, por lo que una explicación sobrenatural del origen del ser humano se sitúa, por definición, más allá de la naturaleza y de la comprensión científica.
Mi opinión, como científico, es que la posibilidad de la mutación dirigida trasciende la teoría de Darwin y del creacionismo. Opino que las pruebas de las que hoy se dispone no apuntan a una explicación sobrenatural, sino que llevan directamente a una interpretación nueva y ampliada del mundo natural y de la propia naturaleza. Parece que esta nueva interpretación tiene el potencial de catapultarnos a años luz de las restrictivas ideas sobre nuestro origen que aceptamos en el pasado. En otras palabras, la voluntad de aceptar las verdades más profundas de nuestro origen nos puede llevar a entender, por fin, los misterios más profundos del cosmos y conocer el lugar que en él ocupamos.
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